Así como tantas
inclinaciones que caracterizan la conducta del ser humano, vivir del fraude como
autor y creador hace parte del subterráneo mundo del comportamiento personal
que ha sido estudiado por psicólogos forenses con el ánimo de esclarecer por
que las tendencias fraudulentas ejercen una extraña fascinación en el ser
humano.
El triángulo del fraude
describe con propiedad los tres elementos que componen un fraude y que
cualquier combinación de ellos es la semilla de las más tortuosas experiencias
empresariales. La oportunidad, racionalización y el incentivo o presión no
están solos; generalmente estas tres circunstancias o elemento se cuecen con
otros ingredientes que dan más sabor al comportamiento de quien vive del fraude
tales como: la deslealtad, la intención, el conocimiento, y la mala conducta.
Pero más allá de la
investigación individual del comportamiento de quien comete un fraude, está la
marcada propensión de la población en general donde solo el 10% está plenamente
convencido de la no comisión de un fraude por encima de las circunstancias de
presión, oportunidad o racionalización. De otro lado de la propensión a cometer
un fraude se encuentra el 10% de la población que está monitoreando permanente
la oportunidad para hacer cualquier tipo de abuso; donde la profesión, la educación
y la clase económica no importan, y la fascinación por cometer el fraude es la
adrenalina de todos los días. Así entonces queda el 80% de la población que
puede verse involucrado en una actividad ilegal a pesar de su convicción,
ética y moral.
Un perpetrador nato busca
constantemente como sacar el mejor provecho de cada situación, incluso
traspasando las barreras de la confianza y la dignidad ajena. Ese pequeño grupo
de la población que vive del fraude, para el fraude y disfruta las ilegales
ganancias de sus oscuros actos, están diseminados en las empresas y camuflados
entre los empleados como uno más. Algunos son infinitamente leales y
cautivadores a tal punto que su vida personal pasa a segundo plano sin importar
el impacto que genere en sus familias, el descanso o las incapacidades
laborales. Son sigilosos, escurridizos y codiciosos. Altamente inteligentes,
recursivos y creativos. Capaces de convencer a propios y extraños con su
discurso retorico y elegante que denota pulcritud moral y religiosa para
esconder de alguna forma sus comportamientos desbordados y la segmentación de
sus vidas.
Otros por el contrario son
simples y aparentemente humildes de corazón que escondidos detrás de cualquier
culto religioso o político crean las artimañas para desfalcar las empresas peso
tras peso. A veces pesimistas y de bajo perfil pasan desapercibidos entre la población
empresarial, incluso inspirando lástima por los eventos catastróficos de sus
vidas. Poco a poco se ganan la confianza de sus allegados laborales para crear
el ambiente perfecto de abuso y fraude.
Tantos los unos como los
otros están camuflados entre la lealtad absoluta, son carentes de dignidad y
crean la tecnocracia suficiente para esconder sus actos mientras incrementan su
patrimonio o sostienen la segmentación de sus vidas. La irreverencia y el desafío
moral los incentivan cada mañana a continuar con la imparable obra teatral financiera
a tal punto que agradecen al ser descubiertos, dado que admiten la fascinación
de cometer el fraude y la incapacidad de parar el abuso por ellos mismos.
Los programas de
prevención de fraude y en general de los delitos económicos deben estar
enfocados para proteger los activos de la corporación pero principalmente para
crear la cultura y el ambiente corporativo de cero tolerancia a cualquier
manifestación de fraude o lavado de activos. Así mismo, los programas de
prevención son la brújula que nortea las corporaciones bajo un esquema de
gobierno corporativo totalmente transparente y es el mejor método de disuasión para
cualquier perpetrador. Empresas exitosas
y transparentes tiraron la bola de cristal para tomar las riendas de los
negocios admitiendo que la perpetuidad de la empresa se construye hoy en un
ambiente de total control.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario