Escoger un empleado es todo un reto corporativo, dado
que todo aquel que se vincula como trabajador es en cierta medida un asociado
más, que en el mejor de los escenarios ayuda al fortalecimiento empresarial.
Sin embargo, la contratación del empleado incorrecto puede ser la peor
pesadilla corporativa.
La mayoría de los procesos de selección están enmarcados
en las habilidades y cualidades técnicas que se requieren para ejecutar la
labor. La lista de condiciones para encontrar el empleado ideal es compleja y
en algunas ocasiones difícil de lograr en su totalidad, de ahí que cuando un
potencial empleado cumple con al menos el 80% de los requisitos técnicos muy
posiblemente será contratado. El inventario de actitudes y/o condiciones que
busca una organización es amplio, pero entre las más comunes se encuentra la
multifuncionalidad, conectividad, empatía, experticia, creatividad, tolerancia,
compromiso y colaboración. Obviamente, también está el grupo de las condiciones
técnicas que el empleado debe cumplir como ser buen matemático, escribir 60
palabras por minuto, analizar grandes bases de datos, entre otros.
Sin embargo, la búsqueda del empleado ideal puede
convertirse en la contratación de un nuevo problema llamado perpetrador. Las
cualidades técnicas y habilidades de un defraudador y un buen empleado no
difieren en mucho. Incluso, ambos poseen las mismas condiciones y calidades que
los destacan en lo que saben hacer.
Un perpetrador es inteligente, bien conectado,
experto, comunicativo, creativo, comprometido y altamente colaborador. Su capacidad
de trabajar bajo presión y la alta tolerancia al riesgo y frustración son
admirables. Su aparente servilismo y falso amor por los demás lo convierten en
el líder que quizás en el pasado la administración de la empresa estaban ansiosos
por tener.
La clave está en los valores. Sólo los valores hacen
la diferencia entre contratar un buen empleado y un abusador; sin embargo, en
muchos requerimientos de personal los valores no se contemplan. La educación en
valores proviene desde la familia o el hogar donde el individuo recibe
permanentemente información que de alguna manera forja su comportamiento, lo
cual se refleja obviamente en su adultez. Es por ello que cuando se contrata a
un nuevo empleado es más importante determinar si los valores que ésta persona
trae desde su infancia están alineados con los valores de la corporación, allí
encontrará la verdadera diferencia entre el cielo y el infierno del empleado
ideal.
No se preocupe por lo técnico, ya que hoy en día la oferta
educativa es amplia y accesible. Aprender a usar el teclado, analizar bases de
datos, archivar y otras actividades son insignificancias frente a lo que
realmente importa, el ser humano.
Mejore su proceso de selección de personal. Escoja dos
o tres valores que identifiquen su empresa, elija un método de evaluación de
personal que le permita analizar sus valores con los potenciales empleados y
por último indague en el adiestramiento técnico.
Caminar de la mano con un empleado es fácil si ambos
están mirando hacia el mismo horizonte y poseen las mismas intenciones. Todo depende de cómo se recluta y se contrata
el personal. Como se dice en el argot popular del amor al odio solo hay un
paso, y es el mismo paso que conduce del cielo al infierno al contratar el
individuo equivocado. Buena suerte y recuerde contratar sobre valores.
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