martes, 25 de agosto de 2015

Que tus alegrías no sean el objeto de tus desdichas

Mucho se ha escrito sobre las redes sociales y uso para informar y desinformar. Igualmente tenemos mucho que agradecerle a los nuevos sistemas de comunicación donde campañas políticas, sociales y de marketing  tienen mayor alcance y poder. Así mismo, hemos visto como las redes sociales se han convertido en el mecanismo para el castigo social, incluso transgrediendo la dignidad humana; pero aún muchos usuarios, amantes y adictos a la tecnología y a las redes sociales no dimensionan el poder y alcance que un perpetrador tiene al perfilar un objetivo.

Nos han entregado los recursos informáticos para que nosotros como usuarios los adoptemos y los explotemos en el buen sentido de la palabra; pero hemos entregado nuestra vida e intimidad a las redes sociales sin darnos cuenta que cada foto, lugar y contenido están siendo clasificados por un perpetrador.

Un criminal ama las fotos de las familias y en especial de los niños porque son una debilidad, es por ello que las fotos familiares no deben ser expuestas en las redes sociales sin importar el motivo. De igual forma las actividades que realizan los miembros de dicha familia y mucho menos los lugares en los cuales desarrollan dichas actividades deben darse a conocer en las redes sociales. Evite comentar cuantas veces a la semana realiza dichas actividades, sus horarios y la forma de accesar.

Un perpetrador se entusiasma cada vez que usted usa las redes sociales para mostrar cuantos activos tiene y los nuevos que llegan a casa. Los logros personales como un nuevo vehículo o vivienda son los mejores estímulos para un delincuente, dado que le ayuda a ampliar la idea de quién es su nuevo objetivo. Un delincuente analiza cada foto y hace un estimado del tipo de mobiliario, electrodomésticos, vehículos e incluso de su vestuario. Cada detalle sobre lo que usted usa es tomado en cuenta para crear un perfil.

Viajar es el mejor bálsamo para el alma, pero cuando lo haga simplemente hágalo en silencio, no le avise al perpetrador anunciando su partida desde el aeropuerto local o internacional. El perpetrador se siente feliz al saber que sus activos quedaron a su entera disposición para ser tomados cuando le plazca. Tampoco publique cuando llega y evite las algarabías en las salas de arribo de los aeropuertos. Recuerde que el perpetrador ha recogido toda la información que usted amablemente le ha entregado por medio de las redes sociales, por lo tanto está a la espera de cualquier movimiento u oportunidad para tomar de usted lo que a él le gusta.

Alimentar el espíritu y el cuerpo son los mejores deseos de cualquier ser humano y un buen perpetrador lo sabe. Por lo tanto no publique los sitios que usted frecuenta y menos cuál es su menú. Un delincuente tiene la capacidad de filtrar información sobre restaurantes, sitios de diversión nocturna y conciertos de manera precisa con pocos datos que aparecen en las redes sociales.

Disfrute en la intimidad de su hogar con su familia y absténgase de entregar en bandeja de plata su vida a los delincuentes que monitorean cada movimiento. Sus logros personales, los de sus hijos y familiares déjelos para colmar su felicidad en el calor de su hogar y evite dar a conocer como su carrera profesional ha avanzado al igual que sus expectativas sociales y económicas. Disfrute cada momento con sus familiares como también de los activos o bienes que posee sin dar a conocer que tanto ha conseguido y cuanto le falta para colmar su apetito económico.

Un delincuente no tiene el corazón ni la suficiente humanidad para descartar un objetivo, dado que su pensamiento está diseñado para atacar, tomar y usar sin remordimiento. Un perpetrador tiene la astucia suficiente para armar toda la historia de nuestras vidas, rutinas y árbol genealógico con solo detalles que a diario publicamos en las redes sociales. Un criminal posee la capacidad de perfilar can claridad sus objetivos para atacar cuando la guardia esta baja; así que evitemos a toda costa que su tarea sea más fácil de lo que parece y protejamos nuestra identidad y privacidad por encima de cualquier tendencia social para que en ningún caso nuestras alegrías sean el objeto de nuestras desdichas.

lunes, 17 de agosto de 2015

R.H. La piedra angular de la disuasión

Los departamentos de personal o talento humano o recursos humanos son la piedra angular de la prevención del fraude corporativo. La elección del empleado ideal tiene que ir más allá de la búsqueda subjetiva de candidatos idóneos que cumplen con las condiciones técnicas e intelectuales del cargo a suplir, ya que dicha búsqueda debe ser el primer factor de disuasión frente al fraude.

Sin embargo, el análisis de las aptitudes físicas y mentales de los solicitantes por medio de entrevistas, pruebas psicométricas y exámenes médicos son en muchos casos más importantes que la búsqueda de personal que realmente esté y quiera estar alineado con los valores de la corporación.

Como es bien sabido el factor humano es fundamental para el desarrollo del mundo empresarial; y a pesar que los medios de producción son cada vez más automatizados o robotizados, la mano de obra y el talento siguen fortaleciendo las industrias en el mundo. Sin embargo, el éxito empresarial se ve manchado por aquellos que de alguna forma se dejan conquistar por los antivalores y actúan en contra las organización para alimentar fraudulentamente sus bolsillos. Es por ello que los programas de prevención del fraude deben incluir los procesos de reclutamiento, selección y contratación del personal.

La disuasión de la comisión del fraude empieza por casa y debe ser desde el mismo momento o contacto que tiene el candidato laboral con la empresa; es por ello que un ambiente de total control y la férrea actitud frente al fraude son las herramientas básicas de disuasión.

Como es bien sabido los perpetradores se encuentran en todas las esferas y hacen todo lo necesario para romper las normas con el único fin de incrementar su patrimonio y sostener su ritmo de vida. El perpetrador monitorea y detecta las oportunidades, deficiencias y falta de control de su objetivo. Su agudo olfato e instinto para detectar laxos controles le ayudan a crear las estrategias necesarias para irrumpir en las finanzas y en general en los activos de la empresa y tomar de allí lo que le satisfaga. Un perpetrador no tiene escrúpulos y en muchos casos buscan las empresas con carencias administrativas y financieras; es decir un perpetrador tiene un target y perfila su víctima cuidadosamente. Pero, ¿Cómo puede un empresario proteger su organización desde el departamento de Recursos Humanos o Contratación?

El Reglamento Interno de Trabajo es la herramienta más básica y conocida del mundo laboral. Su redacción debe contener aspectos fundamentales sobre faltas graves y menos graves relacionadas con el fraude corporativo o los riesgos a los cuales está expuesta la empresa en este tipo de temas. Es decir, que el RIT, no debe ser la simple y tradicional recopilación cláusulas o artículos relativas a la forma de laboral; un RIT debe estar alineado con el ambiente de control y el buen gobierno corporativo, de modo que desde el inicio de las labores esté claro para el nuevo empleado la inflexible actitud al fraude.

El buen gobierno corporativo es otra herramienta que protege la entidad o corporación por medio de la orientación, supervisión y control de los riesgos; de ahí que los candidatos a suplir las vacantes y los nuevos empleados que pretenden cometer fraude sienten desestimulo al observar que cada una de las personas que ocupan cargos desde la junta directiva hasta el último empleado están comprometidos con la transparencia y la ética en todas las transacciones de la compañía.

El programa de prevención de delitos económicos es también un recurso avanzado que permite blindar a la empresa de futuros riesgos y por ende consecuencias económicas que algunos casos son pérdidas incalculables como también reputacionales.

Por lo tanto, los procesos de reclutamiento, selección y contratación del personal que son desarrollados por el Departamento de Recursos Humanos o de quien haga sus veces deben ser la piedra angular de cualquier programa de prevención de fraude o lavado de activos. Igualmente, la creación del adecuado ambiente de control debe involucrar un Reglamento Interno de Trabajo capaz de sancionar las faltas leves y graves relacionadas con los riesgos de fraude y lavado de dinero en la corporación. Así mismo, como principio económico y de administración de fraudes sabemos que es más barato prevenir que corregir y dicha prevención debe iniciarse con el primer contacto del candidato y la empresa demostrando Congruencia e Integridad y tomando la actitud antifraude como estilo de vida laboral.

lunes, 10 de agosto de 2015

La extraña fascinación por el Fraude

Así como tantas inclinaciones que caracterizan la conducta del ser humano, vivir del fraude como autor y creador hace parte del subterráneo mundo del comportamiento personal que ha sido estudiado por psicólogos forenses con el ánimo de esclarecer por que las tendencias fraudulentas ejercen una extraña fascinación en el ser humano.

El triángulo del fraude describe con propiedad los tres elementos que componen un fraude y que cualquier combinación de ellos es la semilla de las más tortuosas experiencias empresariales. La oportunidad, racionalización y el incentivo o presión no están solos; generalmente estas tres circunstancias o elemento se cuecen con otros ingredientes que dan más sabor al comportamiento de quien vive del fraude tales como: la deslealtad, la intención, el conocimiento, y la mala conducta.

Pero más allá de la investigación individual del comportamiento de quien comete un fraude, está la marcada propensión de la población en general donde solo el 10% está plenamente convencido de la no comisión de un fraude por encima de las circunstancias de presión, oportunidad o racionalización. De otro lado de la propensión a cometer un fraude se encuentra el 10% de la población que está monitoreando permanente la oportunidad para hacer cualquier tipo de abuso; donde la profesión, la educación y la clase económica no importan, y la fascinación por cometer el fraude es la adrenalina de todos los días. Así entonces queda el 80% de la población que puede verse involucrado en una actividad ilegal a pesar de su convicción, ética y moral.

Un perpetrador nato busca constantemente como sacar el mejor provecho de cada situación, incluso traspasando las barreras de la confianza y la dignidad ajena. Ese pequeño grupo de la población que vive del fraude, para el fraude y disfruta las ilegales ganancias de sus oscuros actos, están diseminados en las empresas y camuflados entre los empleados como uno más. Algunos son infinitamente leales y cautivadores a tal punto que su vida personal pasa a segundo plano sin importar el impacto que genere en sus familias, el descanso o las incapacidades laborales. Son sigilosos, escurridizos y codiciosos. Altamente inteligentes, recursivos y creativos. Capaces de convencer a propios y extraños con su discurso retorico y elegante que denota pulcritud moral y religiosa para esconder de alguna forma sus comportamientos desbordados y la segmentación de sus vidas.

Otros por el contrario son simples y aparentemente humildes de corazón que escondidos detrás de cualquier culto religioso o político crean las artimañas para desfalcar las empresas peso tras peso. A veces pesimistas y de bajo perfil pasan desapercibidos entre la población empresarial, incluso inspirando lástima por los eventos catastróficos de sus vidas. Poco a poco se ganan la confianza de sus allegados laborales para crear el ambiente perfecto de abuso y fraude.

Tantos los unos como los otros están camuflados entre la lealtad absoluta, son carentes de dignidad y crean la tecnocracia suficiente para esconder sus actos mientras incrementan su patrimonio o sostienen la segmentación de sus vidas. La irreverencia y el desafío moral los incentivan cada mañana a continuar con la imparable obra teatral financiera a tal punto que agradecen al ser descubiertos, dado que admiten la fascinación de cometer el fraude y la incapacidad de parar el abuso por ellos mismos.


Los programas de prevención de fraude y en general de los delitos económicos deben estar enfocados para proteger los activos de la corporación pero principalmente para crear la cultura y el ambiente corporativo de cero tolerancia a cualquier manifestación de fraude o lavado de activos. Así mismo, los programas de prevención son la brújula que nortea las corporaciones bajo un esquema de gobierno corporativo totalmente transparente y es el mejor método de disuasión para cualquier perpetrador.  Empresas exitosas y transparentes tiraron la bola de cristal para tomar las riendas de los negocios admitiendo que la perpetuidad de la empresa se construye hoy en un ambiente de total control. 

Esos pequeños Fraudes…

Hablar de fraude no es simple por muchas razones. La primera, porque puede ser un tema cotidiano que se confunde en muchas ocasiones con el avispamiento y viveza que nuestra alcurnia. Segundo, porque para muchos el fraude solo ocurre en las urnas de votaciones o en las grandes corporaciones donde se cuecen los grandes descalabros económicos y se ha negociado incluso todo un país. Habrán muchas más razones para encontrar pocos adeptos a la prevención,  investigación y estudio de un tema que tiene en vilo a muchos empresarios y que hoy por hoy se hace necesario el despertar social para encarar a quienes poco a poco o de a mucho han desfalcado nuestra economía.

Los fraudes no tienen tamaño; es decir no hay fraudes pequeños, medianos o grandes. Los fraudes son fraudes y son sus impactos y pérdidas los que son medibles en cifras económicas o las que determinan la gravedad de la falta o la violación de la ética y la moral. El fraude como tal está inmerso o escondido en cualquier área de nuestra sociedad, obviamente son las empresas las que hasta el momento están adoptando medidas de prevención para mitigar de alguna manera este riesgo; sin embargo todos los días vemos como se quebrantan las normas de los eventos más absurdos como hacer una fila o esperar el cambio del semáforo. En estos casos, es posible que dicho comportamiento no tenga impactos o pérdidas medibles, pero de alguna forma el mero intento deshonesto por obtener provecho indebido de otra persona o situación incluso sin generación de delito es fraude.

De ahí que el Fraude como fenómeno social no siempre se basa en la apropiación indebida del dinero, también el uso indebido de los activos empresariales hacen parte tan nefasto fenómeno corporativo,  donde en muchas ocasiones el cálculo del fraude es difícil de realizar. De ahí que quien toma dinero prestado de la caja menor para sus gastos personales en la semana está incurriendo en el mismo acto de fraude que quien tomó el dinero de todos los inversionistas y lo escondió en paraísos fiscales. Obviamente el impacto de las pérdidas es totalmente diferente en ambos casos debido al alcance, el método y el monto.

Los medios de comunicación han ayudado a socializar los fraudes más elaborados de nuestro país, donde los entramados empresariales, transacciones internacionales e incrementos patrimoniales se destacan entre las características más típicas de este tipo eventos. Sin embargo y con dolor, en muchas ocasiones, la totalidad del fraude o las consecuencias del mismo son imposibles de calcular, aún con los mejores y más diestros equipos forenses. Así mismo, la mayoría de los fraudes que son descubiertos no son denunciados y mucho menos son informados a la sociedad con el ánimo de evitar que el perpetrador continúe con su práctica corrosiva. También la vergüenza y el dolor de quienes son las victimas evitan los denuncios para que otra entidad caiga en los mismos errores.


Los mal llamados pequeños fraudes se cometen todos los días en las empresas y por ende en nuestra sociedad, con el agravante que en la mayoría de los eventos las pérdidas son incalculables. Esos pequeños perpetradores que de peso en peso incrementan su patrimonio a costa de los socios de las empresas, y que para ellos su comportamiento tiene un sentido y explicación, viven en el eterno anonimato legal a pesar que a nivel social son reconocidos y en ciertos casos elogiados por sus patrañas. El fraude es fraude y no tiene tamaño; lo que se mide son las consecuencias económicas o la gravedad de la violación a la norma, ética o moral.