miércoles, 17 de junio de 2015

Ceguera Intencional

Hablar de Fraude no es fácil simple, y menos para aquellos que todos los días se enfrentan cara a cara con los perpetradores y aún se sorprende de los nuevos complejos esquemas y entramados que aparecen en cada descalabro económico. Los perpetradores y sus secuaces  cada vez son más ingeniosos, prácticos e inteligentes a tal punto que han sobre pasado el límite de lo racional para construir en pocos años tejidos económicos fraudulentos  fundamentados en los vacíos de la ley tanto nacional como internacional.

Así mismo, los investigadores y auditores forenses quienes enfrentan a los responsables de otros tipos de fraudes corporativos son testigos fieles del crecimiento de este tipo de comportamientos que desafortunadamente se desencadenan en un amplio espectro de delitos económicos. Sin embargo, el análisis del perpetrador y su conducta en el triángulo del fraude es apenas una parte del problema porque donde hay un defraudador siempre habrá un afectado o grupo de afectados.

El mayor porcentaje de los fraudes se realiza a espaldas de la víctima, obviamente sin su conocimiento ni consentimiento. Sin embargo, una pequeña proporción de empresarios son conocedores de las actividades criminales de alguno de sus empleados y asumen el riesgo a tal punto que aceptan distribuir entre sus asociados y el perpetrador el fruto de sus ganancias. Aunque este concepto se sale de todo esquema de seguridad y administración de riesgos, para esta clase de empresarios el negocio debe generar utilidades para ambas partes, es decir ellos conviven con el delito a diario.

La actitud férrea e inquebrantable frente al fraude es uno de los pilares fundamentales de prevención frente a los delitos económicos. Sin embargo e infortunadamente convivir con el fraude se convirtió en casi una costumbre que se esconde debajo del tapete. La indiferencia, irresponsabilidad y permisividad por parte de la administración alimentan el espíritu defraudador de quien a diario desafía como quebrantar el escaso control. La ignorancia irracional, incredulidad y mediocridad por parte de los gerentes, administradores y propietarios alimentan el ego y el bolsillo de aquellos que buscan entre los bienes ajenos su calidad de vida y futuro económico. De ahí que la incompetencia empresarial y la deshonestidad se convierten en el factor común de los que son evasores fiscales y malos clientes, dado que pretenden recuperar lo perdido sacrificando el pago de los impuestos y sus proveedores.

El término CEGUERA INTENCIONAL o IRRESPONSABLE fue creado por los juristas en los casos donde la indiferencia a propósito o el conocimiento previo de los hechos eran comunes en la comisión de delitos económicos como fraude o lavado de dinero. Pero más allá del término jurídico y las implicaciones penales, la ceguera intencional obedece a un comportamiento totalmente indiferente e irresponsable de los representantes legales, administradores y gerentes que conocedores de las prácticas delincuenciales incurridas en la entidad no actúan para proteger los recursos corporativos y por el contrario guardan total silencio frente a este tipo de hechos permitiendo que el perpetrador acrecenté su patrimonio económico desangrando la empresa cada día.

La coherencia y congruencia entre el pensar, decir y hacer son los más fuertes mecanismos de disuasión frente a los delitos económicos en una entidad, y dicha congruencia se logra con el diseño e implementación del Gobierno Corporativo. Un buen  Gobierno Corporativo contribuye al logro de los objetivos de estabilidad, seguridad y confianza empresarial enmarcados en un ambiente de control del riesgo sobre los delitos contra el patrimonio económicos que favorece el incremento de la competitividad, expansión y perpetuidad del negocio. Igualmente, el Gobierno Corporativo regula las relaciones entre los accionistas, administradores, empleados, proveedores, clientes y demás usuarios de la empresa fomentando un ambiente de transparencia y cero tolerancia ante cualquier comportamiento o evento que conlleve a la comisión de un delito económico. Así las cosas, la concientización, sensibilización, el control y la administración del riesgo de fraude promueve bajo todo punto de vista la continuidad empresarial.


Tener la convicción firme y la conciencia necesaria para no dejarse tentar es una tarea individual de todos los días que involucra los valores, la ética y la moral. Un defraudador no ataca a una sola compañía, ni lo hace una sola vez. Para un defraudador, su estilo de vida debe ser sostenido con los ingresos ajenos y su ego alimentado con el desafío de romper los límites. Denuncie.

¿Cuántos Robín Hood tiene usted en su empresa?

Para muchos Robín Hood es un personaje histórico catalogado como héroe por su gran corazón y osadía al enfrentar y confrontar a la clase burguesa de aquel entonces robando sus propiedades para después distribuirlas entre los más pobres y oprimidos. Su pasado se remonta a la vieja Inglaterra entre 1200 y 1300 como uno de los mejores arqueros de la época destacado por astucia y coraje. Aunque pareciera que esta historia se alineará más con el pensamiento altruista guerrillero de hace 54 años, hoy en día en muchas corporaciones, empresas y entidades de todos los tamaños se promulga bajo la mesa y entre algunos perpetradores la teoría de robarle al rico para el bien de los pobres empleados,  defendiendo así la actividad criminal por la cual  fue famoso Robín Hood. Es decir, el fin hace la causa, la legaliza y la distribuye.

Hacer y mantener una empresa en Colombia o en cualquier ciudad del mundo es un riesgo que conlleva a altos costos e inversiones. Los impuestos son los primeros que ocupan la escala de lo que un emprendedor debe destinar de su patrimonio para pagar al Estado por el funcionamiento de la empresa; de ahí todo lo relacionado con el factor humano y la mano de obra como salarios, prestaciones sociales y seguridad social entre otros, ocupan otra línea tan importante y comprometedora como los impuestos mismos. Las inversiones en propiedad, planta y equipo no se pueden aplazar y por ende hacen parte de lo que un empresario debe invertir para producir; y por último el abastecimiento de materiales, sin los cuales no existe el producto que al final del proceso es el resultado de todo el esfuerzo emprendedor de alguien quien un día decidió asumir el riesgo de mercado, financiero, laboral, reputacional y operacional. Es decir que la actual radiografía de cómo hacerse empresario en Colombia es más desalentadora que siempre y hoy debemos aplaudir y animar a aquellos que obsesionados y confiados en los buenos resultados abren las puertas de  nuevas empresas para crear empleo y alimentar el PIB colombiano.

Sin embargo, no todo es alegría en la fiesta de apertura de un emprendedor, dado que infortunadamente una pequeña porción del factor humano que contrate será quien desangre el 5% de sus ingresos para distribuirlos entre los que Robín Hood llamaría oprimidos laborales. Para ser más clara, uno de los procesos de Fraude que hoy está reinando en las corporaciones va más allá del enriquecimiento ilícito personal por medio de la apropiación indebida de los recursos empresariales para ser repartidos entre aquellos que de alguna manera no están de acuerdo con el sistema laboral que comparten a diario; sin saber que así se está comprometiendo la moral y la ética a través de la compra desapercibida de conciencias.

Como Robín Hood, quien rechazó la ley de aquel entonces y se refugió en campos cercanos a la ciudad principal para despojar a los comerciantes que transitaban en esos caminos con sus mercancías; muchos empleados despojados de moral y quienes hacen parte de la nómina llamada de manejo y confianza, hoy se refugian en sus oficinas para de acaparar ilegítimamente las riquezas de quienes son o han sido por años sus jefes o incluso los que han depositado en dichos empleados toda su confianza tanto empresarial, laboral y personal. 
De ahí que el fraude como fenómeno económico, social y organizacional es cualquier acto u omisión de naturaleza dolosa y por tanto de mala fe, o de negligencia grave que galopa en muchos escritorios y cubículos corporativos. De hecho, el fraude puede clasificarse como felonía o mala conducta criminal sin importar que su resultado sea distribuido entre los más desvalidos de una compañía o entre aquellos que por su propia naturaleza no ganan los salarios que pretender merecer.

Es por ello que Robín Hood es el típico ejemplo de lo que hoy llamamos perpetrador. Aunque el fraude es un comportamiento individual enmarcado en 
actividades y/o acciones con el propósito de enriquecimiento personal a través del uso inapropiado o la sustracción de recursos y/o activos de una organización por parte de una persona o grupo de personas, hoy dicho comportamiento es de carácter colectivo. Este tipo de situaciones se representan en empleados con autonomía en la administración de algunos recursos empresariales, los cuales a través de algunos años se han estado enriqueciendo con el uso indebido de los  dineros obtenidos de las actividades propias del objeto social de la compañía, como también de algunos recursos que hacen parte de los fondos de apoyo y ahorro creado para los mismos empleados. Es decir, fraude es cualquier acto ilegal caracterizado por el engaño, el ocultamiento o la violación de la confianza de quien tiene la información y/o administra los recursos, pero en este caso específico, la distribución de lo obtenido se hace con el único pretexto de distribuir la vergüenza entre aquellos que ganan menos desangrando a los que ganan más.

Los diferentes mecanismos para estimular la cultura del ahorro entre los empleados por medio de fondos de empleados o figuras similares no son nuevos en las empresas colombianas. De hecho, muchas entidades y conglomerados gozan de estructurados fondos de empleados responsables del exitoso progreso y estabilidad económica de sus empleados. Sin embargo, para muchos empresarios es visto con normalidad el manejo de los ahorros de sus empleados en fondos no legalizados, administrados con incipientes normas y escaso control. Es decir, que el ahorro solidario y colectivo no habilitado como fondo de empleados se convierte en la caja menor de quien lo administra, lo disfruta y lo distribuye entre aquellos que por diferentes causas llevan el lastre de las malas decisiones económicas.

¿Cuántos empleados tiene usted en su empresa con la capacidad de acaparar los recursos económicos de varias fuentes? ¿Cuántos empleados tiene usted en posiciones laborales donde los recursos no están siendo controlados? ¿Quién controla y audita los fondos de ahorro y apoyo creados para ayudar a todos los empleados de la empresa? ¿Cómo asegura usted que las pérdidas de su empresa no obedecen a la distribución de dinero entre varios empleados? Recuerde que los fraudes son perpetrados por individuos para obtener dinero, propiedades o servicios, evitar pagos o pérdida de servicios o asegurar una ventaja personal o del negocio
, así como Robín Hood lo hizo en su momento.


Los fondos de empleados son la mejor opción para brindar calidad de vida a los empleados y desligar a las empresas de la responsabilidad económica de la administración de recursos que no hacen parte de su actividad comercial. Así mismo, la legalización de los fondos de empleados evita y disuade a sus administradores en la comisión de 
cualquier uso indebido de los dineros para uso personal y colectivo. ¿Cuántos Robín Hood tiene usted en su empresa?

Postconflicto social después de los cinco minutos de fama

La famosa exclamación ¿Usted no sabe quién soy yo? inunda las redes sociales y los medios de comunicación cuando alguien desesperado por el control de las autoridades recurre a tan nefasto argumento para evadir la rigurosidad de la ley. Sin embargo, dicha frase adherida al comportamiento violento y desagradable tiene un contexto más amplio y duradero que la misma publicidad del momento porque las funestas consecuencias no esperan. En cada fortuito evento de abuso de conciencia ciudadana se ha escrito sobre los protagonistas del bochornoso episodio y como toda novela colombiana se publica en las redes sociales los detalles con toda clase de críticas, pero el escándalo solo dura lo que un pan caliente en una panadería.
  
Así como se habla del postconflicto armado para los problemas de mayor envergadura social en Colombia, también se debe hablar del postconflicto de los eventos en los cuales los ciudadanos abusan de su posición y argumento. Es decir, las secuelas de tan bochornosos eventos van más allá del estrellato o los cinco minutos de fama. Hoy, protagonistas como el gomelo bogotano, algunos concejales y miembros de la política, profesionales y estudiantes hacen parte de la negra lista de personas que algún día proclamaron a grito partido la famosa frase para continuar con sus vidas académicas, laborales y sociales. Sin embargo y después de analizar cada escena por parte de aquellos que todavía confían en la cultura ciudadana, quedan algunos interrogantes por resolver y que sería excelente si algunos de los antagonistas de estas historias contaran.

Se dice que el tiempo perdona y ayudar a olvidar, pero en este tipo de eventos las redes sociales son implacables y tratar de borrar la memoria colombiana e internacional es imposible. Por lo tanto interrogantes como: ¿Qué pasó con los antagonistas de estas historias? ¿Después de los bochornosos eventos, cómo se desenvuelven  en su vida laboral o comercial? Es decir, ¿Cómo están superando el postconflicto social de los cinco minutos de fama? La sanción social no da espera para ellos y las puertas se cierran cada vez más por que el riesgo reputacional está amarrado a la ética y la moral y se etiquetan en las redes sociales todos los días. Un ejemplo claro es la cancelación de la práctica universitaria de la estudiante que protagonizó con su padre el último evento en la ciudad de Medellín. Dicha entidad repudia y lamenta los comportamientos agresivos y por fuera de la ley y los desliga de sus principios académicos y normativos.

Ahora, a nivel laboral y comercial las sanciones sociales también llegan. Una entrevista laboral puede estar marcada por los eventos en los cuales el aspirante estuvo involucrado en sucesos arribistas con lamentables resultados. De ahí, que hoy en día las empresas cuidan y custodian su reputación y verifican a profundidad a quien hace parte de su staff  y grupo de trabajo. Así mismo, a nivel comercial las sanciones sociales llegan afectando posibles asociaciones, ingresos y futuros negocios. Ni que hablar del aspecto político cuando un honorable miembro de nuestra alcurnia política pretende usar su investidura para quebrantar la ley perdiendo participación electoral en el futuro. La sociedad colombiana perdona pero no olvida.

El viejo adagio dice que La ley es solo para los de ruana, como si el uso de tan espectacular y emblemática prenda solo distinguiera a un grupo social determinado; sin embargo por cultura general sabemos que este contexto significa que quien tiene dinero en el país puede evadir la norma. La legislación colombiana está hecha para todo ciudadano o persona que habite el territorio nacional, de ahí que pertenecer a un grupo político, clase social dirigente o universidad no  exime a sus miembros para cumplir la norma a cabalidad. Por el contrario, quien tiene la oportunidad de asistir a una aula universitaria o representar a una comunidad, está en la obligación moral y ética de mostrar excelente comportamiento y respecto ciudadano, no solo para con los miembros de las fuerzas armadas, de Policía y control; también para con los conciudadanos de carro y de a píe. Está bien claro que los diplomas académicos sólo detallan la formación técnica de un individuo, los cuales en muchos casos se quedan cortos en la formación de valores y principios.

Es posible que las sanciones pecuniarias y penales no sean suficientes para muchos, pero en un mundo globalizado como el nuestro, las sanciones sociales no dan tregua y las redes sociales se encargan por si solas de hacer justicia. De ahí que antes de desafiar cualquier autoridad y protagonizar un incidente ofensivo piense en el postconflicto social después de los cinco minutos de fama.