Mucho se ha escrito sobre
las redes sociales y uso para informar y desinformar. Igualmente tenemos mucho
que agradecerle a los nuevos sistemas de comunicación donde campañas políticas,
sociales y de marketing tienen mayor
alcance y poder. Así mismo, hemos visto como las redes sociales se han
convertido en el mecanismo para el castigo social, incluso transgrediendo la
dignidad humana; pero aún muchos usuarios, amantes y adictos a la tecnología y
a las redes sociales no dimensionan el poder y alcance que un perpetrador tiene
al perfilar un objetivo.
Nos han entregado los
recursos informáticos para que nosotros como usuarios los adoptemos y los
explotemos en el buen sentido de la palabra; pero hemos entregado nuestra vida
e intimidad a las redes sociales sin darnos cuenta que cada foto, lugar y
contenido están siendo clasificados por un perpetrador.
Un criminal ama las fotos
de las familias y en especial de los niños porque son una debilidad, es por
ello que las fotos familiares no deben ser expuestas en las redes sociales sin importar el motivo. De
igual forma las actividades que realizan los miembros de dicha familia y mucho
menos los lugares en los cuales desarrollan dichas actividades deben darse a
conocer en las redes sociales. Evite comentar cuantas veces a la semana realiza
dichas actividades, sus horarios y la forma de accesar.
Un perpetrador se
entusiasma cada vez que usted usa las redes sociales para mostrar cuantos
activos tiene y los nuevos que llegan a casa. Los logros personales como un
nuevo vehículo o vivienda son los mejores estímulos para un delincuente, dado que le ayuda a ampliar la idea de quién es su nuevo objetivo. Un delincuente analiza
cada foto y hace un estimado del tipo de mobiliario, electrodomésticos,
vehículos e incluso de su vestuario. Cada detalle sobre lo que usted usa es
tomado en cuenta para crear un perfil.
Viajar es el mejor bálsamo
para el alma, pero cuando lo haga simplemente hágalo en silencio, no le avise
al perpetrador anunciando su partida desde el aeropuerto local o internacional.
El perpetrador se siente feliz al saber que sus activos quedaron a su entera
disposición para ser tomados cuando le plazca. Tampoco publique cuando llega y
evite las algarabías en las salas de arribo de los aeropuertos. Recuerde que el
perpetrador ha recogido toda la información que usted amablemente le ha
entregado por medio de las redes sociales, por lo tanto está a la espera de
cualquier movimiento u oportunidad para tomar de usted lo que a él le gusta.
Alimentar el espíritu y el
cuerpo son los mejores deseos de cualquier ser humano y un buen perpetrador lo
sabe. Por lo tanto no publique los sitios que usted frecuenta y menos cuál es
su menú. Un delincuente tiene la capacidad de filtrar información sobre
restaurantes, sitios de diversión nocturna y conciertos de manera precisa con
pocos datos que aparecen en las redes sociales.
Disfrute en la intimidad
de su hogar con su familia y absténgase de entregar en bandeja de plata su vida
a los delincuentes que monitorean cada movimiento. Sus logros personales, los
de sus hijos y familiares déjelos para colmar su felicidad en el calor de su
hogar y evite dar a conocer como su carrera profesional ha avanzado al igual
que sus expectativas sociales y económicas. Disfrute cada momento con sus
familiares como también de los activos o bienes que posee sin dar a conocer que
tanto ha conseguido y cuanto le falta para colmar su apetito económico.
Un delincuente no tiene el corazón
ni la suficiente humanidad para descartar un objetivo, dado que su pensamiento
está diseñado para atacar, tomar y usar sin remordimiento. Un perpetrador tiene
la astucia suficiente para armar toda la historia de nuestras vidas, rutinas y árbol
genealógico con solo detalles que a diario publicamos en las redes sociales. Un
criminal posee la capacidad de perfilar can claridad sus objetivos para atacar
cuando la guardia esta baja; así que evitemos a toda costa que su tarea sea más
fácil de lo que parece y protejamos nuestra identidad y privacidad por encima
de cualquier tendencia social para que en ningún caso nuestras alegrías sean el
objeto de nuestras desdichas.