Solo basta con mirar los indicadores de percepción que
cada cuanto Transparencia Internacional reporta para determinar que se requiere
de más tonalidades en la gama del color rojo para indicar como la corrupción
crece rampante en el mundo.
Sin embargo, las ironías del destino también indican
que aquellos funcionarios del gobierno que son elegidos para defender la ética
de la corrupción no necesariamente son los más éticos. Una vista diaria a
cualquier periódico latino nos revela como un acto de corrupción en cualquier
esfera del gobierno ridiculiza los mínimos principios de la ética.
Pero lo peor ocurre cuando las excusas sobre los actos
corruptos van y vienen de oficina en oficina y se basan en justificaciones que
además de ridículas solo crean indignidad en los pocos que aún creen en
negocios claros y limpios.
Un delito precedente del lavado de dinero como lo es
la corrupción y el dinero que se transa en sus diversas modalidades no es un
acto infortunado o casual del destino. Un acto de corrupción y más aún de alto turmequé
se cuece a fuego lento con ingredientes que recorren los más selectos sabores
de la indiferencia y olvido. Un delito económico se planea e incluso para los
buenos administradores de lo ajeno, se provisiona cada detalle como la
protección al patrimonio familiar, la familia misma y hasta el abogado
defensor.
No existe mayor acto de ridiculez en un gobierno que
un oficial elegido para defender la ética, los valores y la moral sea el
corrupto más buscado y asediado, y lo peor que a tal funcionario no se le
enrojezcan las mejillas al pronunciarse públicamente para ofrecer disculpas. Pobre de ti Ética… como te han deshilachado!
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