martes, 17 de mayo de 2016

La intención: La fina línea entre el error y el fraude

La intención: La fina línea entre el error y el fraude
El, un joven que no pudo terminar su carrera de Contaduría, se desempeñaba como Auxiliar de Cartera o Cuentas por cobrar. Entre sus actividades diarias estaba la elaboración de recibos de caja, cobro a los clientes y elaboración de las consignaciones o depósitos de dinero y cheque para los bancos. Siempre se destacó por su habilidad informática, buena voluntad y conocimiento contable. Conociendo de las deficiencias contables, ofreció su conocimiento para ayudar a conciliar los bancos, los cuales estaban atrasados y requerían de un esfuerzo para cumplir con la fecha impuesta por la Revisoría Fiscal. Así las cosas, la contadora, conociendo de las habilidades de su compañero, acepto su amable ayuda y le entrego temporalmente el proceso, mientras las conciliaciones se actualizaban. Por lo tanto, le asignó la clave para acceder al sistema de información contable, como también clave de acceso al extracto bancario desde la página web de los bancos.

El joven elaboró las conciliaciones bancarias y en un momento determinado se enteró que ha cometido un error y decide no corregirlo, dado que significaba un alto reproceso de información y el tiempo de entrega se acercaba desafiante. Tampoco informó sobre el error. Guardo silencio.

Con el paso del tiempo, el joven continúo haciendo el proceso de conciliación sin otra dificultad y más aún avalado por el área de auditoria quien no detectó el error inicial.
Seis meses después, los directivos de la empresa se enteran que las cuentas bancarias de la empresa se encuentran en sobregiro debido a la carencia de consignaciones o flujo de dinero en las cuentas. El foco de atención recae inmediatamente en el joven auxiliar de cartera o cuentas por cobrar, quien asumió sus responsabilidad sobre el fraude que había cometido donde admitió que la carencia de control por parte de auditoria, contabilidad y la gerencia le permitieron a El cometer el fraude sin que para ello hubiera una justificación o  necesidad. Con el acceso a los sistemas de información internos y externos, contacto con los clientes y administración de los recursos de la empresa para los bancos se configuró el cóctel perfecto para la comisión de un fraude. Simplemente, El cambió la intención de ayudar por la intención de causar un daño.

La anterior historia refleja como un pequeño error es la puerta de un fraude. En este caso el joven no tuvo la intención de hacer daño cuando ofreció su conocimiento para ayudar al departamento contable, su intención cambia cuando la empresa crea la oportunidad de cometer el fraude. Sin embargo, un perpetrador o criminal comete un pequeño fraude con la intención de medir la capacidad de detección de los controles internos o calibrar la efectividad de los controles. De ahí que un perpetrador siempre tiene la intención de robar, tomar o esconder aquello que con múltiples justificaciones y excusas incrementa su patrimonio con recursos ajenos. Un perpetrador es desalmado y sólo piensa en su bienestar aun cuando en muchos casos ellos distribuyen lo ganado entre varias personas para ganar adeptos y cómplices.

Se requiere de pericia forense, contable y financiera para diferenciar entre un error y un fraude. Es por ello, que a la menor evidencia de situaciones anormales se debe buscar ayuda para esclarecer el caso. Recuerde que un fraude de cuello azul se demora entre 18 y 24 meses para ser descubierto, por lo tanto lo que usted encuentre hoy es una simple muestra de lo que está pasando desde hace dos años como mínimo.


La mejor forma de prevenir es a través de la educación sobre fraude y la demostración de cero tolerancias hacia las conductas delictivas. No permita que sus procesos contables y financieros estén desactualizados, porque ellos son la mejor herramienta para diagnosticar un problema.

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