Mucho se ha hablado
del proceso de paz. De una u otra manera rechazamos un proceso carente de
información para la ciudadanía en el cual están primando los derechos de un
grupo armado que por años ha aterrorizado a todo un país donde de alguna forma todos hemos sido
víctimas, sea porque directamente las FARC atentaron contra alguien en
particular o porque simplemente nos arroparon bajo una colcha de retazos de
dolor y miedo.
Cada quien tiene
derecho de ser resocializado, perdonado e incorporado a la vida civil. Incluso,
muchas de las personas que alimentan las filas de la guerrilla no desean estar
allí y saben que existe otra forma de vivir con dignidad y sin causar tanto
dolor; de hecho, esto es lo que el proceso de paz debe buscar a través de un
proceso transparente y claro para todos los interesados, incluídos, nosotros,
los ciudadanos de a píe.
Igualmente, a la
comunidad internacional aún no le queda claro cómo las FARC se vincularán
social, económica y políticamente al país. Para no ir muy lejos, la regulación
global sobre el lavado de dinero y financiamiento al terrorismo no se tiene en
cuenta para el proceso de paz. Todos queremos saber exactamente como entrará al
país el dinero que las FARC por años han escondido en cuentas extranjeras y
cómo el dinero que tienen dentro de Colombia producto precisamente del
narcotráfico, extorsión y secuestro será legalizado.
La lucha contra el
lavado de dinero y el financiamiento al terrorismo es de carácter global, donde
Colombia es un país más que debe someterse y adaptar la regulación de
prevención del blanqueo de capitales. Es por ello, que quienes somos expertos
en la materia, aún nos sorprende la falta de respuestas ante semejante abrupto.
Otro aspecto que no
se ha aclarado sobre el proceso de paz es la dejación de las armas. El Gobiernos
y las FARC han hablado a puerta cerrada sobre el porte legal y los aparatos de
seguridad que los nuevos reincorporados requieren para ser protegidos en una
sociedad que no tiene algo que agradecerles. Por ejemplo, los miembros de las
FARC pueden incursionar en el mundo empresarial y crear empresas de seguridad
privada que les proporcione altos estándares de tranquilidad con los mismos
recursos que combatieron ilegalmente, armas y dinero. Es decir, a través del
proceso de paz las FARC serán reincorporadas a la vida civil, y por medio del
derecho constitucional de la libertad de empresa podrán continuar armados.
Aunque la legalización
del terrorismo parece sacada de un cuento de terror, a la fecha no se conoce
una sola manifestación de prohibición por parte del gobierno para evitar que
algo tan nefasto ocurra, lo cual nos demuestra que Colombia no está dispuesta a
seguir los postulados internacionales sobre el combate y financiamiento al
terrorismo para dicha negociación.
Es una pena que al
sector comercial, servicios y bancarios se les exijan la implementación de
programas de administración de riesgo de lavado de activos y financiamiento al
terrorismo, cuando está a punto de ser negociada la mayor operación de blanqueo de dinero e irrespeto a lucha contra la delincuencia organizada.
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